Refugio emocional: el secreto para crear uno (y por qué lo necesitás)

Vivimos en un mundo que no para. Entre el trabajo, las noticias, las expectativas propias y ajenas, y esa vocecita interna que a veces no se calla, no es raro sentirnos abrumados. ¿Qué hacemos cuando la ansiedad aprieta? ¿Cuando el cuerpo se tensa, la mente se acelera y pareciera que no hay salida? Una de las respuestas más sencillas —y poderosas— puede estar dentro tuyo: crear un refugio emocional.

Un refugio emocional es una técnica utilizada en psicoterapia que ayuda a regular las emociones y cultivar un estado interno de calma. Es una herramienta práctica que, con un poco de constancia, puede ayudarte a reconectarte con una sensación de tranquilidad en momentos difíciles. Acá te contamos cómo construirlo paso a paso.

¿Qué es un refugio emocional?

Un refugio emocional es una representación mental de un lugar seguro que podés visitar con tu imaginación para recuperar el equilibrio interno. Funciona como un ancla para calmarte en situaciones de estrés, ansiedad o malestar. Aunque no reemplaza el acompañamiento terapéutico, puede convertirse en un recurso cotidiano muy valioso.

Paso a paso: cómo crear tu refugio emocional

1. Elegí tu lugar

Pensá en un lugar que te haga sentir en calma. Puede ser real o imaginario: una playa, una cabaña, una plaza, el rincón de tu infancia o incluso un espacio completamente inventado. Lo importante es que esa imagen te conecte con emociones positivas. Si al intentarlo aparecen recuerdos dolorosos o ansiedad, no sigas. En esos casos, lo mejor es buscar acompañamiento profesional.

2. Activá tus sentidos

Cerrá los ojos y traé a tu mente ese lugar. Recorré la escena con todos tus sentidos:

  • ¿Qué ves? ¿Qué colores aparecen?
  • ¿Hay algún sonido, olor o sabor?
  • ¿Podés identificar alguna textura?

Cuanto más vívida la imagen, mejor.

3. Registrá lo que sentís

Prestá atención a las sensaciones físicas y emocionales que surgen. ¿Te sentís bien? ¿Aparecen sensaciones de alivio, ternura o descanso? Si la experiencia es positiva, podés seguir adelante.

4. Nombrá la emoción

Elegí una palabra que resuma lo que sentís en ese lugar. Puede ser una emoción (“paz”, “seguridad”) o una imagen (“río”, “hogar”). Esa palabra va a ser tu ancla, tu acceso directo a tu refugio emocional.

5. Asociá la palabra con la imagen

Volvé a cerrar los ojos, evocá la escena en detalle y repetí mentalmente la palabra que elegiste. Sentí las emociones positivas. Abrí los ojos después de unos segundos.

6. Repetí el proceso

Hacé el ejercicio unas cinco veces seguidas durante un minuto. Así reforzás la asociación entre la palabra y la sensación de calma.

7. Usalo cuando lo necesites

En momentos de estrés, traé esa palabra a tu mente y dejá que la escena vuelva con ella. Cuanto más detalle evoques, más potente será el efecto.

8. Practicalo cuando estés bien

Sí, aunque no estés pasando por un mal momento. Cuanto más lo practiques en calma, más fácil será acceder a ese estado cuando lo necesites de verdad.