La ciencia lo confirma: moverte despacio puede ser más saludable que matarte en el gym

No hace falta agotarse para que el movimiento valga la pena

Durante años nos hicieron creer que “hacer ejercicio” significaba transpirar hasta quedar empapados, sentir el corazón a mil y terminar la clase con agujetas al día siguiente. Como si el esfuerzo extremo fuese la única señal de que estábamos cuidando la salud. La ciencia viene mostrando otra cosa: el movimiento suave también cuenta, y mucho.

Lo que algunos llaman “ejercicio en zona cero” no exige ni ropa técnica, ni botellas de agua, ni ese mantra del “sin dolor no hay ganancia”. Es tan simple como caminar despacio, estirarse un rato o hacer una práctica de yoga tranquila. El nivel de intensidad es tan bajo que se puede mantener una conversación sin perder el aire.

¿La sorpresa? Incluso ese nivel mínimo de actividad tiene beneficios comprobados: mejora la circulación, ayuda a estabilizar la glucosa, baja el riesgo cardiovascular y, sobre todo, es sostenible en el tiempo. Para personas mayores, quienes están volviendo después de un parate o cualquiera que se desmotive con las rutinas duras, moverse suave es una puerta realista y amable de entrada al hábito.

La clave está en la constancia. Muchos abandonan el ejercicio porque arrancan con exigencias imposibles. En cambio, cuando la rutina es ligera y disfrutable, se sostiene: se duerme mejor, el humor mejora y el cuerpo agradece. Incluso los grandes atletas saben que los días de baja intensidad son parte esencial de su entrenamiento.

¿Significa que nunca haya que esforzarse más? No. Si el objetivo es correr una maratón o ganar músculo, la intensidad será necesaria en algún momento. Pero para quienes solo buscan estar activos, sentirse mejor y prevenir problemas de salud, el movimiento suave ya es suficiente.

La vieja fábula de la liebre y la tortuga vuelve a servir: no siempre gana el que va más rápido, sino el que mantiene el paso.

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