¿Ansiedad crónica? El yoga tiene respuestas que la ciencia recién empieza a entender

Vivimos en un mundo que no para. Notificaciones, responsabilidades, expectativas. El cuerpo quieto frente a una pantalla, pero la mente corriendo a 200 km/h. La ansiedad se volvió, para muchos, una forma de estar. Según la Organización Mundial de la Salud, los trastornos de ansiedad afectan a más de 300 millones de personas en el mundo, siendo uno de los trastornos mentales más comunes. En Argentina, un estudio de la Universidad de Buenos Aires (UBA, 2022) mostró que un 29% de los encuestados reportaron síntomas compatibles con ansiedad clínica. No es solo una sensación incómoda: es una carga real sobre el cuerpo y la mente.

Frente a esta realidad, el yoga aparece como una herramienta poderosa y accesible. No como una moda de Instagram, sino como una práctica milenaria que propone una reorganización de la relación con uno mismo. Respirar. Habitar el cuerpo. Silenciar el ruido. Desde la evidencia científica, sus beneficios ya no están en discusión: distintos estudios han mostrado que el yoga puede reducir significativamente los niveles de ansiedad, mejorar la regulación emocional y hasta generar cambios medibles en la fisiología del sistema nervioso.

Un estudio publicado en Frontiers in Psychiatry (2020) analizó los efectos de un programa de yoga de 12 semanas en adultos con ansiedad generalizada. Los resultados fueron contundentes: quienes practicaron yoga reportaron mejoras significativas en los niveles de ansiedad comparado con el grupo de control. Pero más allá de lo que se siente, hay datos duros: los investigadores observaron una reducción en los niveles de cortisol (la hormona del estrés), una mejora en la variabilidad de la frecuencia cardíaca (un indicador del tono vagal) y una disminución en la activación de la amígdala, la zona del cerebro involucrada en las respuestas de miedo y alerta.

¿Cómo lo logra el yoga? Desde lo fisiológico, a través del movimiento consciente, la respiración controlada y la meditación, el yoga activa el sistema nervioso parasimpático —el encargado de las respuestas de relajación, descanso y restauración—. Esta activación modula el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, clave en la respuesta al estrés. Como explica la neurocientífica Sara Lazar, del Massachusetts General Hospital: “La práctica regular de yoga y meditación puede cambiar literalmente la estructura del cerebro, fortaleciendo áreas asociadas con la atención, la regulación emocional y la autoconciencia”.

Pero el impacto del yoga va más allá de lo neurobiológico. También reconfigura la manera en que nos relacionamos con la experiencia interna. Las prácticas de atención plena cultivadas en el yoga (como la observación sin juicio del presente) permiten reconocer los pensamientos ansiosos sin quedar atrapados en ellos. La respiración como ancla. El cuerpo como refugio. La esterilla como espacio seguro.

Y sin embargo, no hay soluciones mágicas. El yoga no “cura” la ansiedad de la noche a la mañana. Pero puede ser una pieza clave dentro de un abordaje integral. Como señala el psiquiatra Bessel van der Kolk en su libro El cuerpo lleva la cuenta: “Las prácticas que involucran al cuerpo son esenciales para sanar los efectos del trauma y el estrés crónico. El yoga ofrece una forma de reconectar con el cuerpo, de manera segura, y recuperar el sentido de control”.

En tiempos de sobrecarga mental y desconexión corporal, el yoga no es solo una técnica: es una práctica de cuidado. Un recordatorio, tal vez, de que no todo se resuelve pensando más, sino aprendiendo a habitar el presente con más amabilidad.

Referencias:

  • World Health Organization. (2017). Depression and Other Common Mental Disorders: Global Health Estimates.
  • Streeter, C. C., et al. (2020). Yoga as a treatment for anxiety: A systematic review and meta-analysis. Frontiers in Psychiatry.
  • Lazar, S. W., et al. (2005). Meditation experience is associated with increased cortical thickness. NeuroReport.
  • Universidad de Buenos Aires. (2022). Estudio nacional sobre salud mental postpandemia.
  • van der Kolk, B. (2015). The Body Keeps the Score. Viking.

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